Este relato fue publicado en Instagram el 27 de Septiembre de 2022 en mi cuenta @joselbarcaescritor.
Para su realización me ayudé del librito de storytellings «Long Haul 1983″, The Hills Press, 2021. Ese libro es, en realidad, un juego, en el que debes intentar sobrevivir a un viaje tirando dados y apuntando las consecuencias. No tiene ningún tipo de argumento, solo es una herramienta para crear tus historias y jugarlas. Aquí te traigo una de esas historias que fui creando conforme jugaba. En instagram fue publicado por capítulos. Cada capítulo es un día del viaje. En esta entrada reproduzco todo el relato completo. Espero que te guste.
Día 1
El camionero despertó tarde. Ya era de día. Estuvo despierto hasta bien entrada la madrugada, escuchando la radio. Algo había pasado, pero nadie daba información fiable.
El ruido de las sirenas en la autopista, la desaparición de aviones, rumores de una plaga o una guerra. Nadie sabía nada.
Las puertas del camión estaban cerradas, las ventanillas también, el aire estaba viciado. A través del retrovisor se vio a sí mismo con una perilla bien cuidada, su orgullo. El día anterior había terminado una entrega y volvía a casa. Cenó un menú completo y durmió en el familiar colchón de muelles de la parte trasera de la cabina.
Por la mañana la misma rutina de siempre.
Después de una hora despierto descubrió que estaba completamente solo.
La cafetería y la gasolinera seguían teniendo energía con la iluminación todavía encendida. Los surtidores funcionaban y llenó el depósito. Pero nadie le cobró, nadie le sirvió un café.
Nadie.
“Todo esto es culpa mía”, pensó.
Necesitaba hacer una llamada desde el teléfono de la cafetería. Buzón de voz. Dejó un mensaje:
“Hola Karen, ayer descargué los televisores, todo bien. Hace mucho calor cariño. Ha pasado algo, quizá estamos en guerra y no me he enterado. Es todo muy confuso. Vuelvo a la carretera, a casa. Mi Volvo tiene mejor salud que yo, así que pronto estaré ahí. No te preocupes por las noticias, será algún atentado terrorista o algo aislado. Pronto estaré a tu lado, cariño”
Volvió al camión y escuchó el chirrido del vinilo mientras desplazaba su peso al asiento del conductor. Pensó en lo lejos que estaba del lugar donde debía estar. Donde podrían necesitarlo. Donde alguien podría estar esperándolo. Necesitaba ponerse en marcha, no había tiempo que perder, pero no estaba centrado y una canción se repetía continuamente en su cabeza.
🎵𝑴𝒐𝒓𝒏𝒊𝒏’ 𝑴𝒊𝒔𝒕𝒆𝒓 𝑹𝒂𝒅𝒊𝒐
𝑴𝒐𝒓𝒏𝒊𝒏’ 𝑳𝒊𝒕𝒕𝒍𝒆 𝑪𝒉𝒆𝒆𝒓𝒊𝒐𝒔
𝑴𝒐𝒓𝒏𝒊𝒏’ 𝒔𝒊𝒔𝒕𝒆𝒓 𝑶𝒓𝒊𝒐𝒍𝒆
𝑫𝒊𝒅 𝑰 𝒕𝒆𝒍𝒍 𝒚𝒐𝒖 𝒆𝒗𝒆𝒓𝒚𝒕𝒉𝒊𝒏𝒈 𝒊𝒔 𝒇𝒊𝒏𝒆 𝒊𝒏 𝒎𝒚 𝒎𝒊𝒏𝒅?🎵
Encendió el motor
Era 1983 y hora de irse.
Día 2
El camión cruzó la frontera de Texas. Todo igual. No, un momento, en el horizonte había humo de algún incendio.
Deja atrás una planta petrolífera. No hay nadie. Las unidades de bombeo están paradas. Aunque ahora eso parece irrelevante. Para Joe nada de eso tiene importancia ya. Sigue en la carretera.
La radio emite un ruido rasgado por todos los canales. Se siente solo.
De repente una explosión cercana y el camionero siente miedo. Reduce la velocidad y mira en dirección al edificio que acaba de explotar. No ve a nadie. Huele a gasolina que apesta.
Joe baja la ventanilla del conductor y escucha el siseo del viento, aire caliente que obliga a subir de nuevo el vidrio. Sigue conduciendo. No entiende nada. Pero consigue controlar su miedo. Enciende un cigarrillo y se autoconvence de que la explosión ha sido por el calor. Seguro que sí.
Más adelante aparece un cartel publicitario de una famosa cadena de hamburgueserías. Tiene el recuerdo de todas las veces que iba a comer con Karen a ese establecimiento. Había uno en las afueras donde los trabajadores eran súper amables. Le gustaba tanto a ella…
Tiene que llegar a casa, lo antes posible. Debe saber qué es lo que pasa y si su amada se encuentra bien.
La carretera sigue sin obstáculos. Pronto volverá a verla.
Cae la noche. Necesita descansar y detiene el camión en el primer motel que encuentra. Las luces están encendidas, pero no hay nadie.
Busca un teléfono. Necesita llamar y que le conteste alguien.
Buzón de voz otra vez. Deja el mensaje:
“Hola cariño. Sigo en camino, ya estoy cerca. Pronto volveremos a vernos. Hoy he presenciado destrucción. No será nada importante. Las autoridades habrán evacuado la zona por seguridad. Debe haber un escape de petróleo. Nada más. Espero que estés bien. Mañana volveré a llamarte. Te quiero mi amor”.
Prefiere dormir en el camión, en la seguridad de una cabina cerrada.
Día 3
El sol hace su aparición en el horizonte, pero Joe lleva rato despierto. Los nervios lo atenazan cada noche, como el lobo a su presa.
El día amanece con polvo amarillo en suspensión que recubre todo. Apenas unos pocos metros de visibilidad. Es tarde. Introduce la llave en el contacto y el motor responde con un sonido celestial. El ronquido más tranquilizador de su vida.
Se pone en marcha a pesar de la baja visibilidad. La carretera es larga y recta, aun así, aminora la velocidad para evitar sorpresas.
“Karen, ya llego nena”, piensa.
De repente un estruendo a su derecha. No ve nada. Solo escucha el inconfundible sonido de disparos. Por un momento su mente vuelve a Vietnam, rodeado de charlies. Y siente miedo, terror.
Instintivamente aprieta el acelerador y el Volvo responde a la perfección. No lleva carga y la aceleración es alta. Más disparos. Sigue sin ver nada.
“¡Tengo que salir de aquí, por Dios! ¿qué está pasando?”, piensa en voz alta. Nadie le escucha. La radio se enciende para seguir emitiendo ese ruido rasgado infernal, la soledad personificada, que le está gastando una pesada broma.
Más disparos que impactan en la caja del camión. Terror y pánico. Acelera al máximo. Solo reza para que no haya ningún obstáculo en el camino.
Nada. Está a salvo, de momento. La carretera, una vez más, es su amiga, su protectora. Debe seguir adelante. Aminora.
Su mente vuelve al local donde conoció a Karen, seductora, voluptuosa, su gran amor. Suena una canción y la invita a bailar.
🎵 𝑰𝒕’𝒔 𝒕𝒐𝒐 𝒍𝒂𝒕𝒆
𝑺𝒂𝒚 𝒚𝒐𝒖 𝒘𝒂𝒏𝒕
𝑨𝒏𝒅 𝒊𝒕’𝒔 𝒕𝒐𝒐 𝒍𝒂𝒕𝒆
𝒀𝒐𝒖 𝒌𝒏𝒐𝒘 𝒎𝒚 𝒍𝒐𝒗𝒆 𝒇𝒐𝒓 𝒚𝒐𝒖 𝒘𝒂𝒔 𝒔𝒐 𝒈𝒓𝒆𝒂𝒕
𝑰𝒕’𝒔 𝒕𝒐𝒐 𝒍𝒂𝒕𝒆 𝒕𝒐 𝒍𝒐𝒗𝒆 𝒎𝒆 𝒏𝒐𝒘 …🎵
Se besan. Karen le agarra el corazón y lo sacude. Su vida cambió en ese instante…
De nuevo en la carretera.
Acaba el día sin más sobresaltos y con el polvo perenne sobre el asfalto. Estaciona en una gasolinera. Vacía.
Graba el mensaje:
“Karen, cariño, tengo miedo. Esto es grave, hay guerra. Nos deben haber invadido los soviéticos. Sigo en marcha. No queda mucho, cariño. Pronto podré abrazarte. Mañana a esta misma hora te llamaré, espero que estés ahí. Por favor. Te quiero”
Día 4
Amanece en la carretera. Una hora antes Joe arrancó el motor y su ronquido alivió las penas del día anterior.
Viento, mucho viento. Los matorrales secos atraviesan la carretera, ajenos al camión. Un cartel ilegible y un cruce. Sigue recto.
A lo lejos más humo de incendios. Nadie a la vista.
Un disparo atraviesa el cristal de la ventanilla del conductor. Dolor en el hombro. El camión zigzaguea y casi sale de la carretera. “Un francotirador”, piensa. Acelera y tapa la herida con la mano contraria. Está sangrando. Se marea.
Logra reponerse y la carretera deja de estar asfaltada. Se ha perdido. Debe retroceder. Detiene el camión. Mira su hombro. Una herida de bala, la axila sangra bastante, agujero de entrada y salida. Saca el botiquín y consigue vendarse el hombro a duras penas. Tiene que descansar.
Una hora después da la vuelta hacia el cruce. Coge la dirección correcta.
De repente, un obstáculo en la carretera que no ve bien lo que es y debe parar. Por encima del volante observa el camino. Hay un bisonte tirado en la carretera, no puede pasar. Debe retirarlo. Se siente débil.
El viento arrecia y baja del camión protegiéndose la cara con un pañuelo, el hombro le duele.
La bestia parece muerta, pero cuando se acerca, el bisonte le ataca, antes de morir del todo. Afortunadamente solo es un golpe. No puede creer lo que está pasando. Joe se siente derrotado.
Al final del día logra encontrar un lugar dónde descansar y cambiar el vendaje rojizo.
Llama por teléfono, sin respuesta:
“Karen, por favor, contéstame. Hoy me han herido y me siento débil. No sé qué pasa, pero alguien quiere matarme. Mañana seguiré hasta donde pueda. Te quiero nena”.
Día 5
Una niebla espesa saluda al camionero por la mañana. No ha dormido apenas.
Nota el brazo herido mojado. Le cuesta abrir los ojos. Necesita descansar, pero el peligro sigue ahí, esperándole en la carretera, la única que le puede ayudar.
Mete la llave en el contacto. No arranca. El camión ha decidido descansar también y Joe lo comprende.
Otra vez y nada. El motor empatiza con el camionero herido.
No hay visibilidad. Se siente tan débil que parpadea…. solo un instante de descanso…
Entre la niebla vislumbra una silueta, alguien se acerca. Activa los limpiaparabrisas. Se siente desconcentrado, está enfadado, ansioso. Abre la guantera y saca el revolver con mango anacarado, regalo de su padre. ¡Por Dios! ¡Cambiaría hasta la vida de su padre por una noche de descanso!
Más siluetas se acercan. Rodean el camión. Portan antorchas.
El brazo sangra. Está a punto de desmayarse.
“Karen, nena. Es el final. Te quiero. Espero que me perdones por lo que te hice… papá, a ti también te maté por error… madre, perdóname… os quiero a todos… este es mi castigo… tráeme otra hamburguesa, chico”
Canta.
🎵 Someone told me long ago
There´s a calm before the storm
I know it´s been comin’ for some time…
…i want to know
Have you ever seen the rain? 🎵
La cabina del camión se ilumina por un fogonazo… la vida de Joe se esparce por las ventanillas.
Fuera, varios individuos observan el camión y la sangre en el parabrisas. La pegatina de la puerta se lee clara: “White Power”.
Muchos años han necesitado para atreverse contra el invasor, contra el agresor blanco. Ahora, por fin, la tierra volverá a ser suya.
El grito de guerra se eleva entre las llamas del camión.
FIN
Este relato está dedicado a los verdaderos Nativos Americanos, obligados a vivir en Reservas más de un siglo y medio después de la guerra contra el hombre blanco…