Allá por el año 1614 le regalaron al joven príncipe, el futuro rey Felipe IV, una colección de soldados de juguete, hechos en madera. Había regimientos y compañías, con sus diferentes banderas, armas y vestuario.
El espléndido juguete del príncipe era una réplica perfecta del más famoso ejército de entonces, el Ejército de Flandes, que España mantenía en los Países Bajos desde 1567.
Orígenes
Las batallas del siglo XV en Morat, Grandson y Nancy pusieron en evidencia que algo estaba cambiando en la manera de luchar. Se estaba produciendo una revolución en el campo de batalla. En la Edad Media, en las batallas se daba prioridad a la caballería, sobre todo la de origen social elevado, en detrimento de una infantería de origen humilde y mal armada.
En el siglo XV esta concepción va a cambiar de la mano del ejército suizo, formado casi en su totalidad por piqueros, soldados de origen campesino armados con un yelmo y una pica de 16 pies (4,80 cms). Estos piqueros derrotaron a los caballeros de Borgoña en 3 batallas casi seguidas y significaron un punto de inflexión en la historia de la táctica militar. A partir de entonces, los ejércitos cada vez serán más numerosos, con un predominio de infantería y relegando la caballería a funciones secundarias. También se irá dando más importancia a las armas de fuego, como arcabuces, mosquetes y cañones. Esto supuso una revolución militar que pronto se extendería a toda Europa.
Ésta revolución del siglo XV también significó un gran avance en la ingeniería militar. Ingenieros italianos desarrollaron un tipo de fortificación acorde con los nuevos tiempos, el “baluarte”, con muros mucho más bajos pero más gruesos para que resistieran los disparos de artillería y con un foso más ancho y profundo para alejar a los atacantes. Este tipo de diseño favorecerá una estrategia cada vez más defensiva y estática.
A partir de 1600 el baluarte se generaliza y la guerra se convierte en una serie de asedios donde prima la resistencia y la tenacidad de los combatientes.
En este escenario aparecerá el ejército de la nación más rica del momento: España.
Desde 1483 hubo instructores suizos en España pero no se sabe a ciencia cierta cómo se introdujeron las nuevas tácticas de combate en la Península.
Una teoría de bastante aceptación consiste en que pudieron ser importadas de Francia, donde desde 1480, fecha de supresión de los arqueros, el ejército se dotó de infantería permanente de modelo suizo. Esta reforma en Francia fracasa y se suprime en 1490 (los franceses encontraron excesivos los gastos de mantenimiento de una infantería permanente) utilizando, a partir de entonces, infantería suiza mercenaria.
Composición
El Tercio de Flandes se componía de hombres de 5 nacionalidades distintas: españoles, valones, italianos, alemanes y borgoñones.
A los valones se les reconocía como los mejores tiradores; a los alemanes, de absoluta confianza en la adversidad y a los españoles como los más valientes, más fieros en el ataque y más despiadados. El Tercio era la suma de esas cualidades.
Los españoles provenientes de las guarniciones italianas constituían el 10% del ejército. Eran la tropa de choque de la monarquía y los más valiosos en batalla por su experiencia.
El sistema español de reclutamiento consistía en reclutar soldados en España (sobre todo en Castilla) para llevarlos a las guarniciones en Italia donde recibían adiestramiento. Ese sistema producía un flujo constante de veteranos en el frente, donde luchaban contra tropas recién reclutadas. Ello suponía una gran ventaja.
Además, el Tercio, por sus cualidades de permanencia y reclutamiento privilegiado, desarrollaba un espíritu militar propio de profesionales y un espíritu de cuerpo que se califica de “Nacionalista”, de tal manera, la identidad propia del tercio en el seno del ejército, presuponía la calidad de español, todo ello protegido por el sentido del honor.
Forma de lucha
“…la pica y el coselete es de más estimación, por ser este género de armas la mayor firmeza de vn campo. Vsaron la los Suyços primeros en nuestros tiempos a imitación de los soldados antiguos de Macedonia, que las trayan muy largas de veynte y dos pies, y los romanos de doze, eligiendo ellos el medio de quinze a diez y seis, para defenderse de las gruesas bandas de cavallos alemanes” B. de Escalante, 1595
La primera gran característica del Tercio que lo diferenciaba de la infantería suiza era la individualización, es decir, la distribución del cuadro macizo en unidades más pequeñas y por tanto más móviles. Esto hizo a la infantería española superior a las demás. El creador de esta organización fue Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, que combinó el arma de la legión, espada corta, excelente para el cuerpo a cuerpo, con la de los suizos, la larga pica ventajosa a distancia. Además, los suizos no estaban protegidos, en cambio, los españoles portaban un “coselete” o coraza pequeña que cubría el pecho.
El temible poder de la infantería española residía en la combinación entre arma blanca (espada y pica) y el arma de fuego (arcabuz y mosquete).
La espada medía unos 95 cms. La pica 5,46 m. El arcabuz entre 95 y 195 cms, cuyas balas de plomo las fundía el propio soldado.
En 1567 (al inicio de la contienda), el Tercio en su totalidad constaba de 600 mosquetes (usados por 1ª vez en batalla), que medían 126 cms y que necesitaban una horquilla de madera de 1,47 m para apoyarlos.
El Tercio no cuenta con artillería excepto como complemento y según el teatro de operaciones.
Las armas en el Tercio se distribuían de la siguiente manera: la mitad del ejército con pica, un tercio con espada corta y rodela y un sexto arcabuceros. En total 12 batallones de 500 hombres (unos 6000).
A medida que se impuso el fuego, el Tercio se modificó. De 6000 a 4000 y luego a 3000 para estabilizarse en 1500 previo al ejército moderno. El arma blanca cederá sitio progresivamente a la de fuego.
Los cuadros de infantería suiza pasaron a denominarse en España: “esquadrones”, y en ellos residía la fuerza del ejército. En el escuadrón cada soldado tiene asignado un emplazamiento geográfico determinado, de 3×7 pies, limitado por el espacio de los 4 hombres de alrededor.
Las formas de escuadrón eran básicamente 4:
- El “quadro de gente” con tantas filas de anchura como de profundidad y las banderas en el medio;
- El “quadro de terreno” que ocupa la superficie de un cuadrado casi perfecto;
- El “gran frente” y el “prolongado” con el frente en el lado grande o en el pequeño en función de las circunstancias.
Hay muchos otros tipos de escuadrones pero son variantes de los básicos. Todos los escuadrones dependen del efectivo utilizado y del terreno. La fuerza del dispositivo se basa en la buena proporción de las filas y líneas y en la valentía de los soldados.
El escuadrón constituido por picas se completa con grupos de protección llamado “mangas”, cuyo tiro a quemarropa era terrible. Eran entre 200 y 300 hombres para facilitar su gobierno y se distribuían en cuatro mangas dispuestas en las esquinas del escuadrón.
El manejo de las armas era la segunda gran característica del infante español. Su utilización era mecánica: las picas eran mantenidas contra el pecho y apoyadas en el antebrazo izquierdo con la mano, aproximadamente al nivel del juego del hombro derecho, y el codo pegado contra la parte alta del estómago. La mano derecha estaba tendida al máximo hacia atrás, apretando firmemente la parte posterior de la pica, dejando hacia la punta más gruesa un contrapeso (aprox. 1 m), suficiente para neutralizar parcialmente el peso de la parte anterior, desde el codo izquierdo al hierro de la punta (3,36 m). Ésta era la posición “armado” en espera de combate. Llegado el momento, el piquero afirmaba su pie izquierdo hacia adelante y después llevaba con toda su fuerza su mano derecha contra su izquierda, en el interior de la cual la pica se deslizaba, al mismo tiempo que acercaba el pie derecho al izquierdo. Se daba así una multiplicación de la fuerza del brazo por el movimiento violento de todo el cuerpo hacia adelante.
El manejo de las armas de fuego era más complejo pero también perfecto. La carga se hacía por el cañón por medio de una varilla. El arcabucero o mosquetero se disponía a tirar, con el arma cargada, con 4 ó 5 balas en la boca y con 2 extremos de la mecha encendidos en la mano. El tiro se efectuaba según el principio del orden ligero: las mangas se dividían en 3 filas separadas por 15 pasos. Los soldados de la misma fila se colocaban a cada 3 pasos presentando el costado al enemigo. La primera fila tira “no con furia, si no con reposo diestramente”, después deja sitio a la segunda fila que dejará el lugar a la tercera. Después de haber tirado en la primera fila los soldados van a recargar sus armas en la tercera con toda rapidez posible. Al cabo de 4 ó 5 tiros era indispensable dejar enfriar el cañón para evitar la fusión del plomo.
Tácticas de Combate
De todos los generales del Tercio, el Duque de Alba demostró ser el que tuvo mejores cualidades tácticas. Su larga experiencia le hacía penetrar en las intenciones del enemigo. De esa experiencia se derivaba la táctica más pura de guerra de desgaste, su táctica preferida.
El mejor ejemplo se encuentra en la campaña de otoño de 1568 contra el príncipe de Orange y su ejército de 30.000 soldados. No hubo batalla. El Duque de Alba, reconociendo su gran inferioridad numérica y las consecuencias que una derrota podía traer, adoptó la táctica de negarse a combatir y seguir al enemigo, hostigándolo sin tregua y contrariar todos sus intentos. Esto se prolongó 1 mes. El Príncipe cambió 29 veces de posición, seguido por el Duque como si fuera su sombra. Su ejército se aprovisionaba difícilmente, se exasperaba por no poder combatir, se amotinaba y reclamaba a gritos su sueldo y botín. El Duque sabía todo eso y sólo esperaba su oportunidad. Ésta llegó cuando el ejército rebelde cruzaba el rio Gette, el Duque lanzó 4.000 infantes contra una retaguardia de 3.000 cuando estaba separada del resto por el rio. Fueron aplastados. Al final, el Príncipe salió de los Estados derrotado sin que Alba hubiera arriesgado una batalla.
Otra táctica tradicional utilizada por el Tercio era la emboscada, como la que diezmó a los socorros franceses, que acudían a levantar el asedio de Mons , el 17 de Julio de 1572 cerca de Saint Guislain, con al menos 5.000 hombres.
La “encamisada” era la táctica más espectacular y arriesgada. Se trataba de enviar por la noche, al campamento adversario, una tropa bastante débil numéricamente, pero cuidadosamente elegida. Para evitar el brillo de las armas, cada uno se ponía encima de la coraza una camisa bien apretada por la correa de la espada; la celada se cubría con una pieza de tela blanca para reconocerse en la oscuridad. La empresa consistía en poner el máximo de enemigos fuera de combate, incendiar sus instalaciones, hacer explotar sus municiones, etc.…
Pero a pesar de todas las tácticas utilizadas, la guerra de Flandes obligó, debido a los cambios en ingeniería militar explicados al principio, a adoptar preferentemente el asedio como práctica habitual. Las batallas campales, cuando se producían, eran ocasionadas por los asedios en sí mismos, por ejemplo contra ejércitos de socorro de otra ciudad, o salidas de los asediados, etc.…
El asedio era, por tanto, el método de lucha más utilizado en Flandes.
El asedio ideal para los teóricos de la época consistía en estrangular la ciudad, cortando sus comunicaciones, edificando circunvalaciones antisalidas y antisocorros, y, juntamente, batirla antes del asalto con la esperanza de rendirla.
El asediante tenía que fortificarse a si mismo debido al elevado número de plazas, y al socorro mutuo que podían proporcionarse. Había que proteger el propio campamento, instalándolo en el límite del fuego enemigo, y, mediante un reconocimiento minucioso de su emplazamiento en medio kilómetro a la redonda, señalar las ventajas e inconvenientes del mismo. El mejor sitio para acampar será el terreno fácil de atrincherar y provisto de agua, libre para comunicarse con la retaguardia y que suprima la comunicación de los asediados con la suya.
A continuación se abría una red de trincheras para circular sin peligro entre el alojamiento y el dispositivo ofensivo cuyo elemento principal es la “batería”, compuesta por una variedad de cañones. Ésta se instala frente al lugar elegido para el asalto, que se decide en consejo por especialistas (ingenieros, artilleros) y a veces con veteranos experimentados. La instalación requería gran cuidado para garantizar su seguridad frente a salidas o encamisadas de los asediados y se solía ubicar entre 100 y 200 pasos, que era la distancia óptima de disparo de los cañones (aunque el alcance de los mismos fuera de 900 pasos).
A menudo, el efecto de la batería se reforzaba con el de las minas y la zapa. Minar era un arte delicado que requería un cálculo preciso de la distancia y la previsión de problemas como que los asediados pueden localizar la mina por el ruido y contraminarla, o se puede hundir la galería por las vibraciones de la batería, o los barriles de pólvora pueden explotar antes de lo previsto. El éxito de una buena mina podía derribar bloque enteros de muralla debilitada previamente por la artillería.
Antes del asalto había que rellenar los fosos secos o colocar tableros flotantes sobre barriles en los fosos inundados. Este trabajo de zapa se protegía por fuego nutrido de mosquetes.
El asalto se realizaba por las mejores tropas y primero por los piqueros. El resto se preparaba para eventualidades. Pero no siempre los infantes lograban pasar la brecha, e incluso a veces, el asedio debía ser levantado.
Un Final agridulce
La principal causa del declive en Flandes fue la escasez de dinero en las arcas de la monarquía. La falta de pagas en el ejército sería su inmediata consecuencia, seguida de los inevitables motines y saqueos, cada vez más frecuentes. Era difícil satisfacer las necesidades logísticas de un ejército de miles de hombres a tantos kilómetros de distancia de la Península y durante tanto tiempo.
A éste problema se unió el de la dificultad para conseguir nuevos reclutas, consecuencia de la crisis peninsular del siglo XVII, agravada con dos guerras civiles (Portugal y Cataluña).
Pero incluso con estas dificultades, durante más de un siglo los tercios fueron los protagonistas de la historia militar, con gestas espectaculares al mando de genios tácticos como el Duque de Alba o Alejandro Farnesio.
El Tercio demostró su gran capacidad para las nuevas tácticas de guerra, con asedios largos y costosos y a veces infructuosos. Pero en campo abierto, el Tercio era invencible, con un empuje arrollador, similar al de un carro de combate moderno.
Tantas dificultades pasaron factura. Los tercios podían vencer a cualquier enemigo, como holandeses, alemanes, franceses o ingleses; pero no se podía ganar contra todos siempre. Llegó un momento en que la máquina de guerra española perdió fuerza. Demasiados frentes abiertos, demasiada necesidad de dinero, incluso para una potencia mundial como España.
Los Tercios de Flandes siempre quedaran en la historia como invencibles y como el mejor ejército de su época. Un ejército invencible que perdió la guerra.
Una paradoja de la historia…
El Vietnam español…
Para saber más:
-EL ejército de Flandes y el camino español. G.Parker. Alianza. 2000
-Los Tercios Españoles (1567-77). R.Quatrefages. Fund.Univ. 1979
-www.geocities.com/losterciosespaoles/