Mi abuelo no fumaba antes de la guerra. Las vicisitudes del conflicto y varios cambios de bando para poder sobrevivir, hicieron que comenzara a fumar. En la Batalla del Ebro el abuelo estaba en su trinchera con el cigarro en los dedos, pero con tan poca práctica que se le cayó al suelo. Notó un fuerte golpe y, al incorporarse, descubrió un agujero de bala que atravesaba su mochila. Jamás dejó de fumar.