La nebulosa flotaba ante sus ojos. Nubes iridiscentes como si algo misterioso brillara tras un velo azulado. Gas tibanna en suspensión en cantidades tan astronómicas que enriquecerían al más pobre. Así era Aturi y esa era la impresión de John, de pie admirando el espectáculo a través de una mampara de transpariacero.
Notó un soplo de aire frío en la nuca cuando se abrió la puerta.
– Shondra quiere verte. – anunció el compañero.
Pasar las horas contemplando el universo a través de la ventana jamás era tan espectacular como en la Nebulosa Aturi, pero el deber obligaba.
Recorrió los pasillos del “Ira de Kel” en dirección al puente. Era una nave robusta, bien armada y con amplias bodegas que harían las delicias de cualquier contrabandista. Y Shondra era una de las más afortunadas.
Le esperaba en un anexo al puente destinado a reuniones con dignatarios, como lo fue en su día la corbeta diplomática modificada. Shondra supo darle el toque de mujer fatal a la nave.
– Ponte cómodo John. – dijo la mujer sirviéndole un vaso de “sueño azul” y desocupando un sillón de componentes electrónicos. Vestida con un traje de cuero sencillo, el pelo rojo recogido en una trenza, los ojos verdes cautivadores e inteligentes a la par, con un desintegrador al cinto y su vibroespada siempre cerca, Shondra aparentaba una simple guerrera, un error de cálculo que cometieron muchos a los que ya no se les recuerda.
– Algo me dice que hay malas noticias. – dijo John sentándose en el sillón y agradeciendo la copa.
– El deber del oportunista es transformar las malas noticias en beneficios. – contestó tras un largo trago. – Pero vamos al grano. La guerra galáctica se aproxima a Aturi. Ambos bandos necesitan combustible y quieren cogerlo directamente de mis dominios.
– ¿Y dónde quedó el comercio que manteníamos hasta ahora? – pregunto el chico.
– En tiempos de guerra las formalidades se disipan. Al parecer el Imperio quiere establecerse aquí para asegurar el suministro continuo de Gas y la Rebelión va a tratar de impedirlo.
– ¿Nosotros cómo encajamos en el rompecabezas?
Shondra empezó a jugar con su trenza, reflejo de que lo tenía todo pensado pero le resultaba embarazoso decirlo.
– Pues intentar sobrevivir y sacar tajada. Pero necesito tu ayuda John. – dijo con semblante serio.
– Cuenta conmigo, ¿de qué se trata? – respondió el joven Odoy.
– Tienes que infiltrarte en la armada imperial. – soltó como si nada.
John palideció. Los recuerdos afloraron a su mente. La llegada del Imperio a su planeta natal: Derilyn. La batalla en la capital, Paran. Los prisioneros, la desaparición de su padre, el senador Wuxod. La mano de hierro del nuevo gobernador Afren Hul…
– Te debo mi vida Shondra. Gracias a ti conseguí salir de aquel infierno pero tengo que seguir buscando a mi padre. Sé que está vivo en alguna parte. – argumentó John.
– Lo sé John pero debemos hacer este trabajo. Seguiré buscando a tu padre porque también le debo la vida a él. Tengo informadores en la mitad de la galaxia buscándolo. No se puede hacer mucho más, cariño. – dijo acariciando el rostro imberbe del chico. – y, además, necesito estar al tanto de todos los movimientos imperiales. Otro agente se infiltrará en la Rebelión. Lo más importante es que no pueden descubrir nuestro secreto en Aturi. Lo siento pero no hay otra opción.
Lágrimas contenidas en el rostro del muchacho, un nudo en la garganta pero, al final, un simple gesto de asentimiento.
– Gracias John. Tienes el dossier con toda la información de tu tapadera en el interior del caza TIE que te espera en la base. Será tu nave en la guerra que viene. Por favor, ten mucho cuidado e infórmame todo lo que puedas. Confío en ti. – finalizó besando suavemente los labios del chico.
Conocía pocas personas tan irresistibles como Shondra.
También sabía perfectamente que la mujer no confiaba en nadie tanto como en él mismo. No podía traicionarla. De seguro que habría gastado un buen puñado de créditos en sobornos para que él pudiera iniciar la misión.
Todo por su padre…