Introducción
El estudio del ejército persa de época aqueménida lucha con el problema de las fuentes de información.
Básicamente, la problemática radica en la veracidad de las mismas.
La información sobre esa época proviene de tres tipos de documentos: los textos literarios griegos, los yacimientos arqueológicos y las inscripciones (epigráficas, relieves o mosaicos). La fuente que más información ofrece es la procedente de autores griegos, entre los que destacan Herodoto, Jenofonte y Arriano. El principal problema con estos autores es que la información proporcionada está sesgada y muy influenciada por una xenofobia acentuada, sobre todo en Herodoto, contra el archienemigo de los helenos en esa época. Esto provoca que hayan llegado hasta nosotros ideas preconcebidas, en su mayoría negativas, sobre los persas, como la corrupción de sus gobernantes o la poca fiabilidad de sus soldados y cosas por el estilo.
Tanto los yacimientos como las inscripciones ofrecen muy poca información y de dudosa interpretación en el caso de las inscripciones, debido al carácter propagandístico de su mensaje.
Creación del Imperio
El origen del pueblo persa hay que situarlo entre los pastores de caballos de la meseta irania, al sur del actual Afganistán, en la primera mitad del primer milenio antes de Cristo. Migraciones de estas tribus, militarmente caracterizadas por el uso del hierro y el empleo masivo de caballos, las asentaron en la zona de Media y el sureste de los Montes Zagros, mezclándose con los pueblos nativos en relativa armonía. Gradualmente fueron haciéndose con el poder aristocrático, formando centros políticos que llevaron a la formación de los Reinos Meda y Aqueménida, ambos bajo el control de aristocracia persa. El uso magistral de la caballería de esta época ayudó a los persas a evadirse de invasores tan formidables como los asirios, que con sus carros no podían perseguirlos cuando huían hacia las montañas.
Hacia el final del siglo VII a.C. los medas alcanzaron un gran progreso militar gracias a la aportación del rey Ciaxares (625-585 a. C.), “el primero en organizar un ejército asiático, dividiendo las tropas en compañías, y formando cuerpos de lanceros, arqueros y caballería, antes de esto todo formaba una masa de hombres confusa” (Herodoto 1.103).
Con la ayuda de Babilonia, Ciaxares consiguió invadir y derrocar al imperio Asirio. Dos generaciones más tarde, su nieto Ciro II “el Grande” (559-529 a.C.) unirá los medas, persas y otros iranios, estableciendo el Imperio Aqueménida.
Educación Persa
La sociedad persa era de un tipo que podríamos llamar “feudal”, salvando las distancias. Una estructura piramidal en cuya cima se hallaba el rey, por debajo encontramos a los AZATA (o nobles), más abajo tenemos a los BANDAKA (o ciudadanos de pleno derecho), y en el fondo del sistema están los MARIAKA (o esclavos).
El sistema de educación para los niños persas era obligado, tanto para los Azata como para los Bandaka. En lo que concierne a los niños (puesto que las niñas no tenían los mismos derechos), era como sigue, según Jenofonte:
Hasta los 5 años los niños vivían junto a sus madres que los cuidaban. A partir de los 5 años convivían en grupos de 50 en un edificio de la ciudad donde empezaban su aprendizaje. Su entrenamiento era arduo. Debían correr, nadar, cuidar a los caballos, cultivar la tierra, atender al ganado, aprender artesanía y acostumbrarse a estar alerta. Debían entrenarse en el arte de la caza (a pie y a caballo), arquería, lanzamiento de lanza y jabalina y aguantar marchas forzadas bajo clima adverso. A los 20 años empezaban su servicio militar en el ejército como soldado a pie o a caballo (la aristocracia se entrenaba para ambas cosas), hasta los 50 años, cuando eran desmovilizados y los afortunados que llegaban vivos a esa edad, podían ser premiados con tierras y esclavos, dependiendo de lo destacado de su servicio.
Organización militar
El término genérico para el ejército profesional era SPADA. Este consistía en infantería (PASTI), caballería (ASABARI “llevado a caballo”, y ocasionalmente USABARI “llevado a camello”), y jinetes de carros (sólo los nobles usaban el obsoleto pero simbólico carro).
Al principio el ejército Aqueménida consistía únicamente de guerreros Persas, e incluso cuando otras regiones fueron subyugadas, los Persas formaban el núcleo del ejército imperial.
Con la expansión del pequeño reino Persa en un gran imperio, abarcando todos los grupos iranios desde Asia Central hasta el Danubio, se formó un ejército regular con Persas, Medos y pueblos vecinos, y también un ejército imperial incorporando guerreros de todas las naciones conquistadas. Después de los Persas fueron los Medos quienes más soldados aportaban al ejército, además de que muchos generales imperiales se escogieron entre los Medos. Después estaban los Sacios, Bactrios, Hircanios y otros grupos Iranios del Este.
La organización del SPADA estaba basada en un sistema decimal, algo que no fue empleado por ningún ejército asiático hasta la llegada de los Mongoles. Diez hombres componían una Compañía bajo un DATAPATIS; diez compañías hacían un Batallón bajo el mando de un SATAPATIS; diez batallones formaban una División bajo un HAZARAPATIS; y diez divisiones comprendían un Cuerpo al mando de un BAIVARAPATIS. El SPADA entero estaba dirigido por un comandante supremo (SPADAPATIS) que encarnaba el Gran Rey asimismo o algún amigo cercano o confidente.
El Batallón, o SATABAM, era la unidad básica a la hora de formar en batalla, donde se desplegaban en cuadros de 10 hombres de lado.
Esta organización decimal no siempre era perfecta y a menudo el número de efectivos era menor.
Aparte del ejército regular (Persas y Medos), el resto de levas eran reclutadas cuando se les necesitaba, y llevaba mucho tiempo, a veces años, convocar un gran ejército. Había muchas guarniciones Persas en centros importantes del imperio, y los Sátrapas (gobernadores) también tenían sus guardias y levas locales, pero éstos eran reducidos para formar un ejército con poca antelación por el riesgo de revuelta, siempre presente. Las tropas tribales, especialmente las del Este de Irán, estaban disponibles más rápidamente. Las levas eran convocadas en un punto de reclutamiento, donde eran ordenadas y revisadas. Las campañas empezaban normalmente en primavera. Las provisiones se almacenaban en almacenes a lo largo de la ruta del ejército y también se llevaban en trenes de bagaje.
Había un excelente sistema de comunicaciones: correos a caballo recorrían el camino real cambiando de montura en cortos intervalos para entregar sus mensajes con rapidez; también mediante luces y espejos de señales los reyes en Susa y Ecbatana recibían noticias de todo el imperio el mismo día.
Puertas fortificadas se instalaron en los pasos estrechos para detener el avance de ejércitos enemigos.
Los persas no gustaban de marchar ni atacar de noche; sus marchas diurnas eran, de todos modos, a paso lento debido al pesado bagaje que comprendía a menudo literas para las esposas y concubinas de los comandantes. Cuando caía la noche, se acampaba en terreno plano y abierto, y si estaban próximos al enemigo, cavaban una trinchera añadiendo sacos de arena para reforzar la posición. Los ríos se vadeaban usando barcazas, puentes improvisados, pieles infladas o simplemente atravesados a caballo o en camello.
Antes de la batalla, se discutían los planes de acción en un consejo de comandantes. La línea de batalla se desplegaba normalmente de la siguiente manera: los arqueros a pie se situaban en el frente, flanqueados por la caballería y apoyados por infantería ligera y pesada. El comandante en jefe ocupaba el centro de la formación, observando las líneas y dirigiendo las acciones desde un punto elevado, donde estaba más protegido y sus órdenes llegaban a ambas alas al mismo tiempo. Cuando empezaba la batalla los arqueros descargaban sus flechas, y los honderos lanzaban sus misiles de plomo. El objetivo era causar confusión en las líneas enemigas. Entonces la infantería pesada con lanza y espada avanzaba, apoyada en los flancos por la caballería. Estas tácticas funcionaron bien contra los ejércitos asiáticos, pero fallaron contra la infantería acorazada griega (hoplitas) y la falange macedonia: las flechas simplemente se estrellaban en la armadura y el gran escudo de los hoplitas, y una vez empezaba el combate cuerpo a cuerpo, el valor personal de los persas no podía compensar la debilidad de su armadura y la inferior calidad de sus armas.
Panoplia persa
El soldado de a pie llevaba una espada corta (ACINACES), una lanza de madera con cabeza y pie de metal, un carcaj lleno de flechas de caña con punta de bronce o hierro, y un arco de 1 metro de largo con los finales en forma de cabezas de animales. Símbolo de la monarquía y arma nacional irania, el arco era depositado en la mano del Gran Rey en su tumba. El hacha de batalla también era usada, sobretodo en el Norte de Irán. Para protegerse, la infantería confiaba en el escudo de mimbre. El escudo era, o bien pequeño y en forma de luna creciente (TAKA), o bien grande y rectangular (SPARA); el último podía plantarse en el suelo permitiendo al arquero disparar detrás de él. Algunos Guardias llevaban el gran escudo en forma de 8, conocido como “Beocio”, mientras los Gandarios portaban escudos redondos similares a los de hoplitas griegos. Algunos persas vestían yelmos de metal, pero sólo los egipcios y mesopotamios vestían armadura o protección para el cuerpo. La infantería de élite tenía costumbres diversas: unos el sombrero aflautado, capa corta sobre la camisa, falda plegada y sandalias con correas de estilo Elamita, o el sombrero cónico de fieltro, túnica ajustada y pantalones y botas del vestido de caballería Meda.
Una división de infantería comprendía a “los mil lanceros, los más nobles y valientes de todos los persas”, quienes formaban una guardia real especial; sus lanzas tenían manzanas doradas como pie, lo que les daba el nombre de “Portadores de manzana” (o ARSTIBARA) (Herodoto 7.41). Su comandante era el Hazarapatis del imperio, quien poseía gran poder. Todos los miembros de esta guardia cayeron en la batalla de Platea defendiendo su posición.
Un Cuerpo del ejército, consistente en 10.000 soldados a pie de élite, era de los llamados “Inmortales” (o ARMTAKA en persa), cuyo nombre se refiere al hecho de que siempre tenía la misma cantidad de soldados, reemplazados cuando morían, así parecían no morir nunca. Formado por unos 9.000 arqueros y unos 1.000 lanceros, los 10 Regimientos se diferenciaban por su color, siendo el dorado el del Regimiento más valorado. Sus hombres eran escogidos entre los mejores arqueros. Su forma de luchar se distinguía por una primera fila de lanceros con escudo y nueve filas de arqueros, lo que permitía una concentración mortal de disparos sobre el enemigo.
La caballería fue muy importante en la conquista de nuevas tierras, y retuvo su importancia hasta el final del imperio Aqueménida. Los jinetes estaban equipados más o menos igual que la infantería pero llevaban dos jabalinas, una para lanzar y otra para cuerpo a cuerpo. Algunos portaban yelmos de metal y coseletes acolchados de lino cubiertos con escamas metálicas (predecesores de los Catafractos Partos). Un documento Babilonio datado en el segundo año del reinado de Dario II “Oco” (423-404 a.C.) hace una lista de los requisitos de un jinete como sigue: un caballo con su faja (quizá silla) y bridas, un yelmo, una coraza de hierro, un escudo de bronce, 120 flechas, una maza de hierro, y dos lanzas de hierro.
La élite de la caballería la formaban 3 Regimientos de tropas de origen Noble, tanto persas como Medos, de los cuales el más conocido es el regimiento de los KINSMEN (HUVAKA en persa), de los que se decía eran iguales al rey y los únicos con permiso para besarle.
Había también unidades de camellería, y algunos carros montados y carros falcados, pero estos eran raramente útiles contra las masas de infantería. En Gaugamela también hubo presentes 15 elefantes pero su acción no fue recordada.
Evolución histórica
La política de ocupación que inicio Ciro II “el Grande” durante sus conquistas consistía en respetar las leyes y la religión de cada región. Mediante gobernadores, llamados “Sátrapas”, los persas se encargaban de la administración y la defensa militar. Para esto último se asignó a cada satrapía una guarnición de 1.000 soldados, en un principio persas y posteriormente mercenarios extranjeros. De esta manera se podían ver egipcios en Anatolia, griegos en Egipto o bactrios en Asiria. Esta política permisiva y flexible consiguió que las regiones conquistadas, en general, tuvieran cierta autonomía, con la única obligación de pagar al rey un tributo que consistía en dinero y tropas para el ejército. Conforme las conquistas se sucedían, más y más tropas de diferentes lugares se agregaban a las fuerzas imperiales, configurando un ejército polifacético, peculiar y difícil de cohesionar.
Fue Ciro II “el Grande” quien comenzó la línea de conquistas capturando Babilonia en 539 a.C. y la incorporación al ejército de arqueros y lanceros babilonios. En el 530 a.C. el mismo Ciro conquistó la región de Bactria en su última expedición, a partir de la cual empezaron a verse jinetes bactrios en el ejército, que aportaron a su vez nuevas técnicas de combate montado.
La conquista de Egipto por su hijo Cambises II (528-521 a.C.) en el 525 a.C. supuso el aporte de lanceros egipcios así como marineros e infantes de marina para la futura flota persa en el Mediterráneo.
La campaña de Dario I “el Grande” (521-486 a.C.) contra la tribu escita de los Saka en el 519 a.C. consiguió mercenarios de esa etnia así como nuevas tácticas de caballería ligera. El mismo Dario, en 515 a.C., completa la expansión del imperio por Oriente con la campaña en la frontera del rio Indus contra los hindúes, consiguiendo también arqueros y elefantes, aunque a estos últimos no les encontró la utilidad que demostrarían tener siglos más tarde. Acto seguido, Dario se embarcó en la campaña contra Occidente donde se sucedieron los primeros fracasos del ejército aqueménida. Primero contra los escitas europeos en torno al Mar Negro, donde sufrió la táctica escita de “tierra quemada”, que popularizarían siglos después los rusos frente a Napoleón, consiguiendo que los persas se retiraran con cuantiosas pérdidas en el 513 a.C.
23 años más tarde Dario se decidió a enviar una fuerza expedicionaria a la Península Griega. Las fuentes nos dicen que se trataba de una expedición de castigo contra Atenas por instigar la rebelión entre las polis griegas de Asia Menor controladas por los persas. No se sabe si esto fue cierto o no, pero la poca cantidad de soldados enviada, unos 10.000 en su mayoría medos, era insuficiente para una conquista. En el 490 a.C. la fuerza persa desembarca en Eubea (Eretria) con su nueva y flamante flota. Nada más poner un pie en tierra, los atenienses les hicieron frente en la llanura de Maratón. Fue el primer encuentro serio contra hoplitas griegos. La humillante derrota persa supuso un efecto psicológico, no sólo para los griegos, sino para todo el mundo conocido: a los persas se les podía ganar.
La panoplia acorazada de los hoplitas, así como su formación más cerrada y protegida, fue muy superior a la escasa armadura persa y a los poco protegidos arqueros, que vieron como sus disparos no penetraban el muro de escudos de la masa que se acercaba inexorablemente.
Tras esta derrota, los persas, con Jerjes I (486-465 a.C.), hijo de Dario, introdujeron cambios en el equipo de las tropas, el más destacado fue entregar escudos grandes (SPARA) a los arqueros, que se denominaron SPARABARA a partir de entonces.
En el 449 a.C. se firma la Paz de Kallias con los griegos. Esto dio tiempo a los persas para enfrentarse a revueltas internas de algunos sátrapas rebeldes. De esta época tiene su origen la adopción de escudos por parte de la caballería. Un escudo pequeño, similar al TAKA pero más pequeño, práctica adoptada de los Saka.
En este periodo de rebeliones se inscribe la revuelta de Ciro “el Joven” contra el rey, su hermano mayor Artajerjes II “Mnemón” (404-358 a.C.) en el 401 a.C. Ciro pidió ayuda a Esparta, que accedió a la petición con el envío de un contingente de 10.000 griegos entre los que se hallaba el propio Jenofonte.
Los hoplitas griegos se revelaron como unas tropas excelentes en el choque y fieles como mercenarios. Aún así, Ciro no consiguió su objetivo, siendo muerto en tierras babilonias y obligando a los espartanos a realizar una retirada a través de toda Asia, gesta que quedó reflejada en el libro “Anábasis” escrito por el mismo Jenofonte.
Debido a la ayuda espartana a Ciro, el rey Artajerjes declaró la guerra a Esparta, la que se llamaría 1ª Guerra Persia-Esparta. En el 396 a.C. la caballería persa al mando del general Farnabazo sorprende al rey Agesilao de Esparta, derrotándolo en Daskyleion. Dos años más tarde la guerra culmina con la derrota espartana en las costas de Cnidos que permitiría a los persas establecerse en Kythera y alcanzar la propia Esparta. En esa guerra se formó una Liga Griega en apoyo de los persas contra Esparta.
En el 387 a.C. se firma una paz pactada. A partir de entonces los persas utilizarán continuamente mercenarios griegos en su ejército, considerados la mejor tropa de la época.
Farnabazo, el héroe persa, reclutó en el 379 a.C. una fuerza expedicionaria contra una revuelta en Egipto, que contaba con los griegos como punta de lanza, al mando de los cuales colocó al general ateniense Ifícrates. Esta fuerza consistía en 8.000 hoplitas y 12.000 persas. Pero el inicio de la 2ª Guerra Persia-Esparta aplaza la invasión de Egipto.
En el 375 a.C. se produce en el seno del ejército una importante reforma que provocará una revolución en el mundo conocido. Al general Ifícrates se le permite reequipar a los 12.000 no-hoplitas del ejército con la adopción del escudo Taka (o Pelta en griego) y una lanza de más de 12 pies en vez de la lanza hoplita de 8. A esta tropa se le llamó Peltasta Ificrateano. Asistimos a la creación del piquero, modelo que copiaría Filipo de Macedonia en el 359 a.C.
La invasión por mar de Egipto acabó en desastre y los persas destituyeron a Farnabazo y a Ifícrates, sustituyéndolos por Datames y Timoteo respectivamente, que prosiguen con la guerra en Egipto.
Con la derrota espartana en Leuctra (371 a.C.), disminuye definitivamente el poder de Esparta en beneficio de las Ligas Arcadia y Aquea, lo que provoca un descenso del uso de mercenarios griegos por parte de Persia. Esta falta de hoplitas obliga al general Datames a reformar de nuevo el ejército. Hace entrenar a 120.000 asiáticos como mercenarios hoplitas. También la caballería sufre cambios, transformándose en catafractos y cambiando sus tácticas de combate. La técnica militar evoluciona pero Datames tuvo que abandonar el cargo debido a presiones desde la corte, que no veían de buen agrado dichos cambios.
En los 10 años que transcurrieron entre el 368 a.C. (cuando Datames dimite) y el 358 a.C. se suceden las rebeliones de sátrapas y las intrigas palaciegas, hasta la muerte del rey Artajerjes II. Su hijo Artajerjes III “Oco” (358-338 a.C.) le sucede y automáticamente desautoriza a los sátrapas del Oeste. Esto provoca la revuelta de Artabazo que volverá a reclutar mercenarios griegos, creando el Cuerpo de los EPILEKTOI o ciudadanos griegos con la panoplia de Ifícrates.
Durante la década del 350 al 340 a.C. el rey persa establece pueblos o colonias de militares retirados (KARDAKES) con el estatus social de Ciudadano, y que aportan un servicio militar en compensación a la cesión de la colonia.
Por fin, en 343 a.C., Artajerjes III reconquista Egipto exclusivamente con tropas griegas. Pero un conjunto de intrigas, usurpaciones y envenenamientos colocan a Dario III “Codomano” (336-330 a.C.) en el trono en el 336 a.C., a las puertas de la invasión de Alejandro Magno.
Las conquistas de Alejandro fueron imparables como todo el mundo conoce. Quizá sea el periodo en que más información tenemos sobre el derrotado ejército persa.
En la Batalla de Isos, Dario alineó contra los macedonios lo mejor de su ejército: en el ala derecha desplegó 30.000 jinetes incluyendo medos, bactrios y sakas; en la izquierda 30.000 guardias con arco y en el centro el propio Dario al mando de 3.000 jinetes de élite o Kinsmen y 40.000 infantes, entre los cuales 10.00 “inmortales” y 30.000 hoplitas (entre griegos y Kardakes). Aún así, los persas no fueron capaces de derrotar a la maquinaria bélica macedonia.
Conclusión
Durante todo el periodo aqueménida que se ha explicado, se puede observar que el imperio que crearon y mantuvieron los persas durante poca más de dos siglos, fue inmenso. Era necesaria una fuerza militar potente, cohesionada, efectiva, numerosa y fiel. Queda claro que el ejército persa tenía esas características como no podía ser de otro modo.
Impresiona cómo se consiguieron los objetivos con un ejército en el que se mezclaban 46 nacionalidades distintas y algunas enemistadas entre sí por años de guerras. Esto sólo pudo ser posible gracias a una administración eficiente, que copiaría Alejandro tras su conquista, y generales con muchas aptitudes, que supieron adaptarse a cada nueva circunstancia y aplicaron reformas adecuadas y modernizadoras, algunas originales, otras copiadas.
Los persas, como legado, contribuyeron a la historia militar con la peculiar forma de lucha, basada en grandes masas de arqueros (jamás vista antes en Occidente) que desmoralizaban al enemigo con una importante cantidad de disparos antes de lanzarse con la caballería para romper la línea. Esto no funcionó contra la coraza de los hoplitas griegos, pero los persas supieron adaptarse para seguir venciendo, hasta que llegó el fenómeno macedonio. Un ejército muy superior al persa, tanto en táctica como en armas. Ello, sumado a la mente brillante de Alejandro, consiguió derrotar para siempre a uno de los mayores imperios de la antigüedad.
Fue el tributo a la historia que los persas tuvieron que pagar.
Una evolución militar, una nueva etapa, el ocaso del arquero y del hoplita como tropa principal y el ascenso de un nuevo modelo que dominaría el mundo durante más de un siglo: la Falange.
Para saber más:
El Ejército Persa: 560-330 a.C. Sekunda, N. Osprey. 1992
Historias. Herodoto. Gredos 1989
Anábasis. Jenofonte. Gredos 1992